Viajar en avión, después de un tiempo de hacerlo regularmente, puede volverse un lindo hábito. Hay quienes disfrutan de la adrenalina de desafiar las leyes de gravedad y navegar entre las nubes, viendo cómo el sol se mete por entre las ventanas de un artefacto que, artificialmente, se sostiene sobre el mundo.
Pero como todas las cosas, hay que aprender a hacerlas para llegar a esta instancia de tranquilidad. Y esa, según mi opinión, es la clave de viajar en avión: la tranquilidad. Mantenerse serenos no es tarea fácil ya que sabemos que no sólo debemos pasar por la etapa del despegue, sino por el mayor desafío de esta travesía: aterrizar.
El aterrizaje es ese momento en el que el avión se perfila hacia el suelo y baja a toda velocidad. Hasta que esas rueditas de la nave no tocan el piso, la incertidumbre de si el piloto podrá lograr estabilidad con toda esa gente sobre el avión, te atormenta.
Por esto, te sugiero que cuando se anuncia el inicio de la etapa de aterrizaje, le pidas a una de las azafatas que te traiga un caso de agua sin gas. Con el agua y respirando bien, verás que podrás mantener tus pulsasiones en un ritmo normal y así quizá te serenes un poco.